jueves, octubre 23, 2008

ERES GRANDE, LUCERO. POR: ÁLVARO CUEVA.

Fecha de Publicación: 10/23/2008
EL POZO DE LOS DESEOS REPRIMIDOS

ERES GRANDE, LUCERO

Le voy a contar una historia: era el año de 1986 y todo México estaba enloquecido con una telenovela venezolana que se llamaba “Topacio” y que se transmitía por las noches por XHGC Canal 5.

Era una época espantosa. Si no era la devaluación era la inflación, nadie tenía trabajo, los intereses bancarios estaban por la nubes, acababa de pasar el terremoto de 1985, la gente estaba decepcionada del gobierno y no había nadie que no estuviera enfermo de odio.
Justo en ese momento, El Canal de las Estrellas estrenó una muy modesta telenovela sin luminarias en el reparto y con una historia súper confusa titulada “Cuna de lobos”. Como el éxito era “Topacio”, creo que yo fui el único que vio ese capítulo uno donde hasta las cortinillas eran un cartón mal hecho con una cuna dibujada frente a una pared de ladrillos.
Usted sabe que “Cuna de lobos” se convirtió, meses después, en una de las telenovelas más exitosas de todos los tiempos porque la verdadera protagonista de esa historia no era la heroína sino la villana y porque esa villana hacía cosas tan disparatadas que sirvieron para desahogar aquellas toneladas de odio, decepción y desesperación que sentíamos los mexicanos de los años 80.
Lo que no sabe, o a lo mejor de lo que no se acuerda, es que cuando “Cuna de lobos” comenzó, muchas personas nos sentíamos confundidas. No era una historia de amor, era una historia de odio. No era una historia donde alguien supiera por qué la mala era mala. Así era. Punto. ¿Me creería si le dijera que hoy, a 22 años de distancia, estoy sintiendo lo mismo que sentí con “Cuna de lobos” con los primeros capítulos de “Mañana es para siempre”?
México está tan del asco que hasta Televisa acaba de sacar unos spots con Adal Ramones, Jacqueline Bracamontes y otras figuras pidiéndole a la gente que no se rinda ante la adversidad.
Todos estamos hoy tan llenos de odio, decepción y desesperación como en 1986. Y en medio de esto Nicando Díaz (“Destilando amor”) nos pone a una Lucero vengadora, “sexosa”, macabra, siniestra y asesina, en una historia de odio y sin justificaciones, pero llena de enigmas. ¿No es como para volverse loco de placer? No sé usted, pero así como en 1986 a mí no me interesaba si el personaje de Diana Bracho se casaba, se moría o se recuperaba, ahora me importa un comino si Silvia Navarro sale, no sale, la violan o le pegan.
Lo que quiero es ver matar a Lucero como hace 22 años quería ver matar a María Rubio interpretando a Catalina Creel. Y entre más muertos, más originales, mejor. Lucero es “Mañana es para siempre” como María Rubio fue “Cuna de lobos”, y nomás de verla con esa jeta endurecida, esos caminados de nalga apretada y esa mirada enardecida, la amo y sólo la quiero ver a ella.
Si la historia es colombiana, venezolana o venusina, me da igual. Si la época de los primeros capítulos está mal manejada, ¿a quién le importa? México quiere ver sangre y si este argumento que originalmente se llamaba así, “Pura sangre”, nos la va a dar, ¡perfecto! Prefiero eso a ver sangre de a de veras en las calles.
Aquí el reto para Nicandro Díaz, para Lucero, escritores, actores y directores va a ser entregarnos una válvula de escape sin insistir en la cursilería de todas las historias de amor, sobreviviendo a la doble moral de los anunciantes que exigen que se pongan puros valores y cosas bonitas en pantalla, y generando un éxito artístico, no sólo comercial, en estos tiempos en que la tendencia nacional e internacional es la de la telenovela de consumo. O sea, más ventas que entretenimiento, más negocio que espectáculo, más búsqueda de “rating” que “rating” como resultado de una búsqueda.
Desconozco qué vaya a pasar con “Mañana es para siempre” porque lo que hemos visto en pantalla ha sido muy poco y amarrado a “Fuego en la sangre” como si fuera una muestra gratis de ésas que nos regalan cuando compramos una lata de frijoles. Pero lo que sí le puedo decir es que si todo el equipo de este proyecto se pone las pilas (y los pantalones), podría ocurrir un milagro que nos ayudaría a millones de mexicanos a canalizar nuestra ira, que le daría a Televisa un nuevo clásico de la televisión mundial, y que catapultaría a Lucero a niveles todavía superiores a lo que ya ocupa. ¿A poco no?

Fuente: alvarocueva.com

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